Partimos en la mañana del domingo rumbo al río Cufre, cada uno por su cuenta pero con el mismo destino, uno acompañado por la novia y otro por la familia. Por el camino, el cielo nublado y algún que otro chaparrón nos hicieron pensar en la posibilidad de que se suspendiera, mucho más lo hizo una lluvia torrencial que nos agarró en la ruta. Sin embargo, al llegar al destino nos recibió la calidez del sol y de la gente del lugar. El río estaba esperándonos para enfrentar el épico desafío que nos llevaría a nadar en esta ocasión 7200 metros.
En nuestro turno, salimos del puerto de Boca del Cufre en un gomón aguas arriba, rumbo al salto de piedras, recorriendo todo el trayecto que debíamos nadar luego. El río con sus interminables curvas nos fue impacientando, más a Hernán que a mí, por ser la primera vez que él nadaba la travesía. Siendo en mi caso la segunda vez, ya sabía de sus casi infinitas curvas rodeadas de un espectacular entorno natural.
En la hora de la verdad, arrancamos a nadar lentamente. Aunque teníamos la corriente a nuestro favor, la travesía fue dura y agotadora en todo momento. Del grupo de nadadores que largamos, los más rápidos se fueron alejando del grupo que nadaban cerca mío. Eso no me importó, mi objetivo siempre fue terminarla. Luego de la primera media hora de nado el primer vaso de jugo se hizo desear. Aproximadamente cada media hora de nado, se nos acercaba una de las embarcaciones que nos acompañaban para ofrecernos un vaso de jugo para hidratarnos y recuperar algo de energía. Luego de ese breve descanso continuábamos nadando.
Hasta cerca de la mitad de la travesía me fue bastante bien, no digo que haya sido fácil, pero fue a partir de la mitad que se volvió más difícil. A esa altura mis brazos ya no querían más nada, el cansancio que se acumuló desde el día anterior se hacía sentir con cada brazada. En ese momento me acordé de lo que me dijo Piero la mañana del sábado mientras cargaba los muertos: “Andrés cuida esos brazos que los necesitas para mañana!!!”. Sin lugar a dudas puedo concluir que los muertos me mataron. Al final terminé la travesía solo con la férrea voluntad de terminarla y realizando un remix de estilos en el que solo faltó mariposa. En el caso de Hernán, se esforzó tanto por no quedar muy atrás mío que terminó siguiendo a otro nadador de gorra negra parecida a la mía. Fue así que no solo me pasó, sino que me sacó como 15 minutos. Algo de lo que se percató recién cuando llegó al muelle de donde salimos.
Dando fin al evento nos reunimos nadadores, familiares y organizadores en el Club Náutico y de Pesca de Boca del Cufre para participar del tercer tiempo, donde en un clima de camaradería y compañerismo disfrutamos de un merecido almuerzo. Con el estomago lleno, se realizó la entrega de medallas a todos los nadadores y distinciones especiales a aquellos nadadores que por su esfuerzo se lo merecían.
Terminando esta nota tan larga como la travesía, les agradecemos a todos los organizadores por recibirnos tan hospitalariamente en Boca del Cufre y esperamos volver el año que viene con más nadadores olimpistas!!!